Si recurrimos a los manuales de Historia de la Psicología, se suele señalar que el inicio de lo que hoy conocemos como psicología clínica se produjo en Estados Unidos durante los últimos años del siglo XIX. En esa época, un psicólogo llamado Lightner Witmer (discípulo de Wilhelm Wundt) abre la primera clínica psicológica para atender a personas aquejadas de problemas de índole psicológica, en la Universidad de Pensilvania.
En Europa, el honor de ser considerado el precursor de la psicología clínica suele recaer en el ínclito Sigmund Freud. Aunque muchos académicos suelen poner en duda la conveniencia de declarar a Freud como uno de los artífices de la psicología clínica (puesto que el psicoanálisis despierta una larga controversia), lo cierto es que el austríaco fue uno de los primeros neurólogos que se acercaron al estudio y a la intervención terapéutica de las personas con afectaciones psicológicas.
Freud, ya en 1895, lidiaba con defensores y detractores. Su visión de la intervención terapéutica y sus bases teóricas se centraron en tres niveles: estudio, intervención terapéutica directa y formulación de teorías. Esta metodología fundó los criterios básicos de la psicología clínica aplicada.
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